En el contexto de este conflicto, el Rey de Suecia, Gustavo Adolfo II, exigía de su flota de barcos un férreo control del Mar Báltico. Entonces, preocupado por el estado de su flota (que había perdido 10 barcos en una sola tormenta hacía muy poco), encargó la urgente construcción de cuatro barcos: dos grandes (135 pies de eslora) y dos pequeños (108 pies de eslora).
Cuenta la historia que el Rey, viendo que la construcción se demoraba, ordenó a los constructores una urgente terminación de al menos uno de los dos barcos más pequeños, pero junto con esa orden adjuntó nuevos requerimientos. Uno de los pedidos exigía que el barco tuvieran al menos 120 pies de eslora, lo que planteaba un problema para los constructores, ya que ya se había cortado la madera para construir los anteriores, y la medida que exigía el Rey estaba a mitad de camino entre ellos. Entonces, el constructor del barco no tuvo otra opción que tomar como base a uno de los barcos pequeños y agregarle una sección adicional. Ese sería el nacimiento del Vasa.

Por sucesivos pedidos del Rey, otras cosas se le fueron agregando al Vasa, entre ellos un nuevo puente de cañones, cosa que hacía al barco extremadamente pesado en su cubierta, pero que se confiaba poder contrarrestar con un lastre de piedras en el fondo del buque. Con estos agregados sería el barco más poderoso jamás construido.
Según se acostumbraba, antes de zarpar el barco debía pasar una prueba de estabilidad, que consistía básicamente en 30 marineros corriendo de lado a lado del buque varias veces. Cuando comenzó la prueba, y sólo luego de tres carreras de los marineros, el Vasa comenzó a moverse en forma alarmante, por lo que la prueba fue abortada. Irónicamente, ninguno de los jefes constructores del barco estaban presentes al momento de la prueba, por lo que, a pesar de las recomendaciones de los asistentes a la prueba, el Vasa fue de todas formas echado a flote.

El 10 de agosto de 1628, el Vasa (se llamaba así en honor a la dinastía a la que pertenecía el Rey) zarpó del puerto de Estocolmo. El día era apto para la navegación; sólo una leve brisa soplaba del sudoeste.
A menos de 1.000 metros de la costa, una ráfaga de viento sopló, lo que hizo que el barco se moviera en forma estrepitosa, y luego de algunos esfuerzos corrigiera el rumbo. Una segunda ráfaga sopló, y esta vez no hubo la misma suerte. El agua comenzó a entrar en forma abrupta por las cañoneras, y el Vasa, que podría haber sido la máquina de guerra más poderosa de su época, se hundió rápidamente.
El Vasa estuvo hundido en las aguas del Mar Báltico durante 333 años. El 24 de abril de 1961, luego de varios años de preparación, un grupo de expertos logró reflotarlo y colocarlo en un dique seco. Hoy en día, el Vasa, único barco sobreviviente del siglo XVII, se encuentra en el mismo lugar en un museo construido para él, y puede ser visitado.
